jueves, 1 de noviembre de 2012

La iglesia Católica, el arte y cultura urbana


La Iglesia Católica, institución fundamental durante la Edad Media, mantuvo durante todo este periodo su clara hegemonía en el plano religioso y en el cultural. Ocupó un lugar preponderante en las ciudades, debiendo responder a las nuevas necesidades urbanas y a los desafíos que planteaban los cambios de mentalidad que se estaban gestando.

Los grandes monumentos de la fe

Una de las transformaciones acaecidas a partir del siglo XI, y que alcanzó su auge en el siglo XIII, fue el progreso experimentado por la construcción, especialmente de iglesias. En Europa se edificaron cientos de ellas, tanto en las sedes episcopales -las catedrales- como en los monasterios. Otras tantas fueron reconstruidas para embellecerlas.
Desde el siglo XI se impuso en la arquitectura el estilo románico que tuvo su máxima expresión en las iglesias de los monasterios. Tomando algunos de sus elementos e innovando en otros, a principios del siglo XII surgió un nuevo estilo arquitectónico, el gótico, cuya primera manifestación fue la reconstrucción de la iglesia de Saint Denis, muy próxima a París.
El estilo gótico predominó en la construcción de las grandes catedrales de las ciudades. Eran muy amplias para acoger a la creciente población urbana, ocupaban un lugar central y destacaban además por su altura, todo lo cual reflejaba la importancia de la fe y de la Iglesia en la ciudad.
Promovidas por el obispo, estas monumentales obras no habrían sido posibles sin la contribución económica de los burgueses, las riquezas de las ciudades y la enorme capacidad técnica de una gran variedad de artesanos. La catedral era el símbolo y centro espiritual de la ciudad. Su construcción demoraba decenas de años en una tarea que involucraba a toda la comunidad y a varias generaciones. Se embellecieron con esculturas, pinturas y hermosos vitrales (Vitrales: También llamados vitraux, es una composición formada por vidrios de colores pintados y cubiertos por esmalte que se unen por medio de las varillas de plomo) de colores, cuyas imágenes instruían a los fieles en las verdades de la fe y en los episodios de la Biblia.

La aventura intelectual: las universidades


En los primeros siglos medievales la cultura había sido un privilegio casi exclusivo del clero. Los monasterios eran los principales centros culturales, con sus bibliotecas donde se copiaban documentos y sus escuelas que formaban a los futuros monjes e instruían a algunos jóvenes de la nobleza. También había escuelas en las catedrales para los aspirantes al clero secular. Con el incremento de la vida urbana aumentaron aumentaron las escuelas catedralicias y municipales, donde muchos burgueses enviaban a sus hijos para que tuvieran una preparación intelectual que les permitiera progresar en sus actividades.

La instrucción comenzó a experimentar cambios en las escuelas urbanas, con la introducción de nuevas materias y métodos de enseñanza. Los precursores de estos cambios fueron una serie de maestros -todos ellos miembros del clero- que tuvieron contacto con centros culturales árabes, como Córdoba y Toledo, donde pudieron acceder a las obras de los antiguos griegos que habían sido traducidas al latín. Pudieron también imbuirse del espíritu inquisitivo de los árabes y de un método de conocimiento que privilegiaba la observación y la experiencia por sobre la tradición.
Algunas ciudades se hicieron célebres por alguna materia: París por la filosofía, Bolonia por el derecho, Montepellier por la medicina. En 1215 se creó en París la primera universidad. A ciudades europeas. Las universidades surgieron como asociaciones o corporaciones de maestros y estudiantes que buscaban la mayor autonomía posible, desligándose de los poderes episcopales o municipales de que habían dependido. En todas se hablaba el latín, el instrumento fundamental del trabajo era el libro y el método descansaba en el comentario y discusión de textos.


Nuevas órdenes religiosas en la ciudad 

La ciudad tenía muchos contrastes. La vida cultural florecía en escuelas y universidades, mientras la Iglesia reaccionaba con violencia frente a las ideas que cuestionaban sus enseñanzas; las grandes catedrales exhibían la riqueza urbana, mientras la miseria se instalaba en los barrios más apartados.
En el siglo XIII surgieron nuevas órdenes religiosas cuyos miembros buscaban seguir el ejemplo de Cristo, viviendo con los menos favorecidos y siendo pobres entre los pobres. Renunciaban a sus bienes materiales y vivían de la limosna, mendigando el pan o trabajando para obtenerlo. Se denominaron órdenes mendicantes, y a sus miembros, frailes. Cuando se les obligó a vivir en conventos, los construyeron en los suburbios para hacer su apostolado entre los los pobres y enfermos de la ciudad. Las dos principales órdenes mendicantes fueron fundadas por el italiano Francisco de Asís, los franciscanos, y por el español Domingo de Guzmán, los dominicos. Las órdenes mendicantes se extendieron con rapidez y también se crearon conventos femeninos, como los de las clarisas, orden fundada por Clara, discípula de San Francisco.
Los frailes también se interesaron por la predicación, de modo d estimular la devoción de las personas, así como combatir la herejía, es decir, toda postura que se apartara de la doctrina de la Iglesia Católica. Para ellos tuvieron que adquirir una sólida instrucción en las escuelas urbanas y universidades. El más importante teólogo del siglo XIII fue el dominico Tomás de Aquino.  

La lucha contra la herejía: la Inquisición 

Es la visión de la época, la herejía era una enfermedad contagiosa que destruía el alma de las personas. Por ello había que proteger a la sociedad y, si se consideraba necesario, terminar con el hereje, condenándolo a morir en la hoguera. Desde el siglo XII existieron inquisidores que investigaban y juzgaban los posibles casos de herejía.
En 1231, el Papa Gregorio IX dispuso que el Tribunal de la Inquisición estuviera formado por inquisidores directamente dependientes dependientes del Papado. Debían identificar a los sospechosos de ser herejes, disidentes de la fe católica, investigarlos y juzgarlos, castigándolos si después de determinar su culpabilidad no aceptaban retractarse de sus ideas. Los castigos propuestos por la inquisición eran ejecutados por la justicia civil.